En una oportunidad sentí que todas las mañanas de mi vida se iban por un agujero negro. Veía pasar las horas caminar de puntillas frente a mí y no podía retenerlas. Pensaba todos los días que la solución era planificar mi día a día, emprender proyectos, realizar lecturas, estudiar, escribir...pero nada. Realizaba tareas inútiles, que nada tenían que ver con mis gustos e intereses. Cada día me sentía más anulada.
Al llegar las vacaciones, viajé por tres días a una ciudad cercana sólo a comprar libros; al regresar a mi casa, preparaba y tomaba té, me dedicaba al jardín, a la lectura y a escribir artículos; salía a pasear con mi hija...Sentí haber aprovechado el tiempo al máximo, de haberlo gozado a plenitud. Ésta era mi manera de vivir mi tiempo con felicidad. Me imagino que para otros sería lo contrario, perder el tiempo.
Entonces ¿cómo se forma la percepción de perder o de aprovechar el tiempo? ¿Se encuentra condicionado por sistemas o mecanismos de recompensas y reconocimientos? ¿el esfuerzo y el trabajo como valor? ¿lo que nos gusta o nos hace feliz?
Una parte del tiempo es mía; otra, me la compran o la vendo por horas-trabajo. El tiempo que es mío, tengo el derecho de vivirlo como me da la gana, luego suspiro mejor.
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